Hasta que la boda nos separe es una obra ecléctica. Hay una fusión de estéticas: las viejas, de profundidad y carpintería, y las nuevas, basadas en el lenguaje; un cóctel de diferentes estratos de humor, desde el más excelso de la greguería hasta el cómico del vodevil, y finalmente un repertorio de personajes de la más variopinta ascendencia: novelescos (Natasha), dramáticos (Ramón), costumbristas (Señá Brigi) o propios del cómic (EL P.S.). Y todo convocado con eficacia en una mezcla bien hecha, que tiene poco de cada cosa y donde nada chirría (Eva Vallines, actriz).
Sobre Hasta que la boda nos separe han dicho:
Atrapa desde la primera página y hay algunas escenas soberbias, entre ellas la del crucigrama. Está muy bien escrita, pero lo que más me ha llamado la atención es lo bien construida que está: no parece obra de un autor primerizo (Jerónimo López Mozo, premio Nacional de Literatura Dramática 1998).
Este texto, que tiene una de las escenas más bonitas que he leído de amor, de amor que pasa de lo